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Miércoles, 01 de Mayo de 2013 22:44

CAPITANICH TIENE RAZÓN: HAY QUE CONTROLAR LOS INGRESOS DE LOS PERIODISTAS

por  Periodismo365

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El gobernador chaqueño replicó los deseos expresados por CFK el año pasado. ¿Estará dispuesta la prensa a dejarse contar las costillas?

 

Lo que expresó Capitanich no es ni más ni menos que lo mismo que dijo la Presidenta el año pasado. En una democracia plena, vibrante, que se precie de su condición de moderna, las cuentas de todos los actores de poder deberían ser públicas. En sociedades mediatizadas como las actuales, los medios son claros factores de poder, acá y en la China (hasta Barack Obama podría dar una clase al respecto).

 

Lo que hizo el gobernador chaqueño fue aportar al debate de las necesidades democráticas en el siglo XXI. En un sistema de información abierta en el que el poder público está obligado a exhibir sus cuentas, el poder privado, que es capaz de ponerlo en jaque, debiera actuar en consecuencia. En términos filosóficos, un avance en ese sentido contribuiría a un saber más completo, más enriquecedor, que permitiría abordar a conclusiones con todos los elementos posibles al alcance.

 

Por eso Jorge Capitanich dijo lo que dijo y generó un revuelo, en última instancia, esperable. El mandatario chaqueño, directivo también del AFSCA, señaló que así como los funcionarios de los tres poderes del Estado, tras la reforma judicial, deben presentar declaración jurada de sus bienes, "todos lo que tenemos que ver con un sistema de comunicación, con la opinión pública, tenemos que estar sujetos a un control popular".

 

Se refiere a un eventual examen de los ingresos de los periodistas, que operan en el campo como "tierra de nadie". Los periodistas tienen varios sueldos: el del o los medios a los que pertenecen, y la innumerable cantidad de ingresos "extra" que reciben de clientes o sectores afines que buscan granjearse difusión o protección, según el caso. O sea, los clásicos "sobres".

 

"Si vamos a plantear una democracia plena, hay que decir las cosas como son y así como hay políticos y jueces honestos, hay políticos y jueces deshonestos, y así como hay periodistas honestos, hay otros corruptos", dijo Capitanich, con toda razón.

 

"Si todos somos capaces de someternos a las mismas reglas de juego vamos a construir una opinión pública democrática y de buena calidad", completó, para la polémica. Así, la sociedad, inserta en la categoría de "opinión pública", estará advertida de "operaciones, engaños o ardides perfectamente determinados".

 

Sería hora de que alguien le pusiera el cascabel al gato. La prensa obtiene más ganancias de los ingresos "en negro" que de las pautas reguladas. Los periodistas más encumbrados son millonarios, aún cuando sus ingresos oficiales no se condicen con su estilo de vida. ¿Nadie va a hacer nada al respecto? ¿Cómo puede ser que como sociedad nos hayamos acostumbrado a convivir con periodistas que son más poderosos que los funcionarios electos para gestionar la cosa pública?

 

Ejemplos sobran. Jorge Lanata tiene una casa en Punta del Este, aún cuando todos sus proyectos anteriores a su ingreso al Grupo Clarín fracasaron. Su última aventura en gráfica, el diario Crítica, se fundió. Pero su vida siempre fue la de un bon vivant, ajeno a los avatares económicos de sus productos. Daniel Hadad pasó de ser un modesto movilero a erigirse en jefe de un emporio periodístico que ahora fue vendido a Cristóbal López. ¿Cómo fue posible? ¿Llegó a esa fortuna con su magro sueldo de trabajador de exteriores?

 

La lista podría seguir. Cristina Kirchner dio en la tecla cuando reveló que Marcelo Bonelli recibía "sobres" de Repsol para defender los intereses de la multinacional, un "kiosco" que se le cortó tras la estatización. Lo más grotesco de todo fue que el periodista económico estrella del Grupo Clarín ni siquiera se ocupó de elaborar una defensa sólida: señaló que su mujer trabaja para la multinacional pero no aclaró lo de sus propios "ingresos". El tema se olvidó rápidamente.

 

En La Plata muchos recuerdan a un encumbrado periodista de un diario nacional que se hizo una fastuosa mansión gracias a las operaciones de prensa que elaboró para el ex intendente Julio Alak. Con sus ingresos hubiera sido imposible. Y la lista podría seguir.

 

El año pasado, CFK aclaró que el debate por la ética periodística debería ser impulsado por los propios trabajadores de prensa, para que no se diga que se pretende "avasallar" al sector. Lo mismo aclaró Capitanich. ¿Estarán dispuestos los colegas a dejarse contar las costillas? El avance en esa dirección no estaría motivado sólo en que "sanearan" sus cuentas -algo esperable en el marco de toda democracia que presume de legal-, sino, sobre todo, en que los consumidores conozcan los intereses reales de quien les está hablando.

 

FUENTE: NOVA

 

 

 


 

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