Los medios de comunicación en general, ya no lo son, todos sabemos que hace tiempo se han convertido en canales de transmisión tácticos de estrategias diseñadas por diferentes intereses económicos. En la Argentina se han convertido en un espacio irreemplazable de producción de acontecimientos relacionados con temas que afectan intereses económicos. De allí la enorme importancia de los actores mediáticos, y los periodistas. Desde los medios se construye una situación previamente producida, que luego se transmite como si fuera extraída de la realidad, y se simula candidez, como si nadie hubiese intervenido en su producción.
La Ley de Medios Audiovisuales, no afectó la vida cotidiana de los argentinos, de acuerdo a las expectativas. Seguimos enfrentados a quienes han descubierto la cultura de masas para introducir el signo de la anticultura y la decadencia. Recuerde cuales son los programas de mayor audiencia. Actores y conductores de emisión televisiva dispuestos a extender chismes y promover personajes, imponiéndoles a las grandes mayorías conceptos. El poder mediático se ha constituido en una suerte de anestesia que opera sobre la mente de los ciudadanos para convencerlos de cuanta mentira exista con tal de alcanzar un objetivo. Es obvio que en temas de política y economía, se elabora una idea o se prepara un complot, unificando las opiniones entre compinches, tanto para minimizar las grandes cuestiones, como para negar aspectos cruciales; mutando y manipulándole información a una población inexperta y pasiva, en general.
Desde el mundial del 78 en la Argentina, mientras Martínez de Hoz financiaba con deuda el armamento para enfrentar a Chile, se ha practicado una solapada influencia de “disimulo” o “engaño”, a través de los medios. En aquel entonces se ejercía un poderoso ascendiente sobre la opinión pública, recuerde a Neudstat y Grondona, como paraban el país los días martes a las 22 horas, instalando un elenco estable de economistas que permanecería influyendo la política y la opinión, por más de 30 años, diciéndonos que iba a suceder y que teníamos que hacer, pensar y opinar. Aunque la influencia de la TV operó acerca de como teníamos que pensar, lo más notable y desgraciado, ha sido el establecimiento de los temas sobre los cuales teníamos que hablar; o bien a través del ocultamiento, de cuales temas no teníamos que pensar y hablar.
Cumplo 40 años en la universidad, y he llegado a la conclusión que un porcentaje muy importante de los alumnos, no solo ha dejado de leer libros, sino definitivamente ha dejado de pensar, concurriendo a ciertos cursos presenciales de “adiestramiento oculto”, organizado por empresas que instalan letanías hipnóticas que luego se propagan. Alguna gratificación recibo, cada tanto un: “usted me cambio la cabeza”.
La lógica comercial condicionada por la pauta publicitaria, nos pone delante de esperpentos impresentables, como Doctores en economía de las mejores universidades, incultos.
Si existe efectividad en la manipulación, la prueba más contundente sobre un televidente, es el abuelo que habiendo recibido una jubilación que le cayó del cielo, sin nunca haber aportado, es el anciano que transmite un visceral odio en la cola, hablando de “estos chorros”.
La manipulación, frente a la fragilidad del promedio de la gente, ha opuesto una fortaleza imposible de atravesar; pues, frente al aislamiento que generó el aliento al individualismo, se han constituido la base para que todo el que mira televisión o escucha la radio, repita como un loro, tomando partido en forma radical, como si se tratara de una idea propia. Algo se gestó, durante aquel mundial de 1978. La economía, la política, el futbol y los medios, dan cuenta.
por Pablo Tigani
Director de Fundación Esperanza y Consultora HACER, profesor de: Análisis Económico, Tópicos Avanzados II, Plan de Negocio; en los (MBA) Univ. Politécnica de Madrid-DI CI BA y UADE Business School.
FUENTE: Diario Registrado
